Lectura: El labrador y sus hijos.

Ejercicio de comprensión lectora. Lee el texto con atención y escoge la respuesta correcta para cada pregunta.

El labrador y sus hijos

Un viejo labrador llamó a sus dos hijos y les dijo:

—Estoy muy viejo, así que voy a morir; pero antes quiero deciros un secreto. Esta tierra fue de mi tatarabuelo, y después de mi bisabuelo. Cuando él murió, la recibió mi abuelo, y después mi padre. Ahora ha sido mía, pero yo ya no puedo trabajarla. Así que, en adelante, vosotros seréis los dueños de la tierra, y todo lo que hay en ella os pertenecerá. En algún lugar hay un tesoro escondido. No sé dónde se encuentra. Pero, con un poco de trabajo, lo hallaréis.

—Nunca nos habías hablado de esto antes —dijeron los hijos.

—Esperaba este momento. Ahora os diré lo que tenéis que hacer. Cuando terminéis de cosechar el trigo, el lino y el maíz que se ha sembrado este año, cavad, registrad, removed la tierra palmo a palmo… ¡No dejéis ni un pedacito sin remover y seguro que encontraréis un tesoro enterrado!

El viejo labrador murió y sus dos hijos esperaron hasta la cosecha.

Cuando los campos estuvieron maduros, comenzó la siega y los hijos trabajaron con más ahínco que nunca, para terminar de una vez y ponerse a buscar el tesoro. No les gustaba mucho trabajar, pero eran bastante ambiciosos. Cuando terminó la cosecha, uno de ellos le dijo al otro:

—Nos repartiremos el trabajo; tú removerás el campo de trigo y el de girasol; yo, el de lino y el de maíz.

El otro aceptó e inmediatamente se pusieron a cavar.

Trabajaron todos los días de muchos meses con gran entusiasmo. A cada golpe de azadón les parecía que iba a aparecer el tesoro y así seguían removiendo y removiendo la tierra. Cuando les faltaba un poquito para terminar y aún no habían encontrado nada, uno le dijo al otro:

—¿Qué te parece si, ya que tenemos el campo tan removido, sembramos un poco? ¡Así mientras seguimos buscando, crecerá el trigo! Y podemos sembrar también lino, maíz, girasol… ¡De todo!...

—Me parece muy bien —dijo el otro.

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Y mientras uno sembraba, el otro seguía removiendo y removiendo, hasta que no quedó más que un pedacito de tierra de la extensión de un zapato.

Entonces el uno dijo al otro:

—Queda solamente este pedazo de tierra, no creo que haya aquí ningún tesoro.

Y era verdad, removieron aquel pedacito de tierra y no había nada.

Pero, mientras tanto, el trigo, el lino, el maíz y el girasol habían crecido, y de la tierra tan removida y trabajada habían salido espigas y mazorcas que parecían de oro. Las flores rojas y azules del lino brillaban como piedras preciosas bajo la luz del sol: los girasoles eran enormes y brillantes como las monedas que guardan los piratas en sus cofres…

Entonces uno de los hermanos le dijo al otro:

—¡Mira el campo! ¡No parece el mismo de antes! ¡Parece un...!

—¡Parece un tesoro! —dijo el otro.

—¡Sí! ¡Un enorme tesoro!

—¡Y lo hemos hecho nosotros!

—¡Removiendo la tierra palmo a palmo!

—¡Un tesoro que ha salido del fondo de la tierra!

—¿Te parece que sabía esto nuestro padre?

Y en aquello pensaban aún, mientras recogían la espléndida cosecha.

Así que, año tras año, volvieron a remover la tierra bien a fondo y a sembrar y a recoger. Hasta que estuvieron viejos y cansados.

Entonces llamaron ellos a sus hijos y les dijeron bajito:

—En el campo hay un tesoro escondido...

Y los hijos removían la tierra con tanto vigor y entusiasmo que todo lo que nacía crecía fuerte y hermoso, y brillaba al sol como un tesoro.

Entonces los hijos se daban cuenta, pero siempre se preguntaban mientras recogían las cosechas:

—¿Sabían nuestros padres estas cosas?

Y el trigo y el lino y el maíz y el girasol les daban la respuesta.

Beatriz Barnés, El labrador y sus hijos.
(Texto adaptado)

Ejercicio de la pruebas de evaluación de sexto. Evaluación de las competencias básicas de la educación primaria. 2012.